“la belleza de un cuerpo se halla por entero en la
piel. En efecto, si los hombres viesen lo que hay bajo la piel, dotados, como
linces de Boecio, de la capacidad de penetrar visualmente los interiores, la
mera vista de las mujeres les resultaría nauseabunda: esa gracia femenina no es
más que saburra, sangre, humor, hiel. Pensad en lo que oculta en las fosas
nasales, en la garganta, en el vientre: suciedad por doquier… Y nosotros, a
quienes nos repugna rozar incluso con la punta del dedo el vómito o la
porquería, ¡cómo podemos desear estrechar entre nuestros brazos a un simple
saco de excrementos!”. Anselmo de Canterbury
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