lunes, 21 de septiembre de 2020

Silvina Mercadal

En el museo me dejaron una carta

A mí que no sé leer. No hay escuelas

Para plumípedos prematuros soñados

Por la nieta del carpintero. Aunque

No sé leer, sospecho una carta de amor

Con palabras elegantes, del tipo:

“Estimada porcina del bosque Vano

Es usted rosada mota de luz para los ojos

Sus garras trípticas merecen

La melodiosa risa del sirirí…”





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