Corazón, herida, fuego, mirada, son elementos que, en la literatura cortés,
explican el nacimiento del amor. Y que aparecerán en las experiencias de las
místicas.
Mirada, corazón y fuego. En estas tres palabras encontramos una
fundamentación del amor basada en la luz y en la esencia del individuo. Sabemos
que en la doctrina plotiniana la luz es la belleza, concretamente es la máxima pulchritudo, la máxima belleza. Dice san
Juan Damasceno: “Quitad la luz y todo queda en tinieblas, incapaz de manifestar
su belleza. La luz constituye pues, el valor estético, tanto ornamental como
constructivo de pues, el valor estético, tanto ornamental como constructivo de
toda cosa visible”. Una belleza reflejo de Dios, imagen que los poetas toman
para sus confesiones amorosas.
Mirada, corazón y fuego, hemos dicho. En todas las mitologías orientales y
occidentales, el corazón aparece como centro del individuo, centralidad que
comporta perfección y acabamiento.
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