A la orilla del río ...
A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas
que se abrazan.
¿Qué mar oscuro,
qué mar oscuro,
los rodea,
cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban…
Solos de pronto, solos,
ante la extraña noche
que subía y los rodeaba:
del vago, del profundo
terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.
A la orilla del río
dos soledades puras
confundidas
sobre una isla efímera
de amor desesperado.
El animal temblaba.
¿De qué alegría
temblaba?
El niño casi lloraba.
¿De qué alegría
casi lloraba?
A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
Pregunta Juana Bignozzi
Lenguaje y vida
-como todo poeta usted repite constantemente
ciertas palabras
. Yo creo apoyándome en
Pavese, que esa repetición podría justificar cierta autenticidad, porque cuando
uno repite las palabras es porque esas palabras son significativas y porque
pueden ser resonancias o reflejos de lo que Pavese llama mitos de la infancia.
[…]
Si la insistencia fuera, como le digo, el reflejo de una mitología profunda, como diría un analista, no se relacionaría a veces solamente con la mitología individual, sino que están dentro de un aura que no llamaría mitología, sino ciertas creencias flotantes, inconscientes, en determinado ambiente cultural, Aunque no tengan expresión en ese ambiente, están ciertas palabras de la gente, en ciertas fábulas, en ciertas expresiones diría, inconscientes u oblicuas, soslayadas. Eso en cuanto a lo colectivo. En lo individual, la insistencia para mí, ahora, en lugar de hacerme sospechoso de monotonía, me afirma en algo que está más allá de la conciencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario