A la
izquierda, bloques de lava, peces saltando
de rama en rama, de fijación
en fijación. A
la derecha, la riqueza intacta
de Hurqalya,
ciudad inesperada donde todo
es tan cierto
que no tiene sentido. Y ese
Libro del Mar
que el mar sueña como versión
minúscula
de sí. Y grandes yeguas negras
que avanzan
por el corazón terrestre bajo
el dosel erguido
de la noche.
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