Es con alegría pero también con remordimiento, que recuerdo mi primer
jardín en Hordle. Estaba conformado por varias macetas pequeñas que ocupaban un
espacio en unos 12 pies por 8, delimitado en torno al perímetro sur del jardín
de la vieja cocina, que nos había dado como tarea. Cada verano en el día de los
Discursos, se elegían los mejores.
Mi jardín era un asunto sencillo, en el que plantaba en filas rectas
distintas anuales para cultivarlas con ostentosa perfección: aliso, agerato,
aciano, cestillo de plata, lobelia, arañuela y nemesia… Este jardín me servía
de modelo para mi libro de dibujos, y si el destino hubiere resultado distinto,
estoy segura de que hoy sería un jardinero profesional, y no un entusiasta
amateur.
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