La
playa, como el desierto, es un espacio desnudo, y es ese despojamiento radical –antes
que un mayor o menor índice de primitivismo o de naturaleza- lo que la
distingue de la selva u otros emblemas canónicos de la virginidad. La
diferencia no es tanto natural como estética, o incluso de significación; que
la playa –es decir, esencialmente, un territorio compuesto por mar, costa,
arena- sea minimalista no significa que sea muda, ni siquiera que sea lacónica:
la playa murmura y habla
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