lunes, 21 de septiembre de 2020

Edgardo Russo

 

Historia de una fotografía

 

“Un gigante judío en casa de sus padres en el Bronx”

New York, 1970.

 

“Cuando era chica, mi madre me leía Gulliver.

En mi sueño, tendida sobre una arena muy blanca,

los enanos me ataban con sus hilos de seda. Baba,

lágrima o semen, sé de la desgracia de la diferencia.

 

Una tarde, volviendo a casa desde Central Park,

Después de fotografías a un chico flaco y tenso

Que apretaba una granada de plástico en la mano,

Vi al gigante asomado a una ventana y me detuve.

 

Hola, Gulliver –le dije-, Cuando yo era chica

mi madre me leía el cuento. Y en mis sueños

los enanos me ataban con sus hilos de seda.

Me hizo entrar a la casa y llamó a sus padres.

 

Soy Diane Arbus –dije-. Vivo en la calle 53

Y me gustaría tomarles una foto. Mis ojos

Registraron el cuarto con la precisión de un ciego

Que identifica con los dedos el exacto valor de las monedas:

 

Los sillones enfundados, la lámpara de cobre,

El enorme zapato izquierdo del gigante,

Su bastón, su puño de marfil,

Las rodilleras gastadas de andar a gatas…

 

Posaron. La madre elevó sus ojos a los del gigante

Y se agarró las nalgas buscando un punto de apoyo.

El padre, adusto, enfundó una mano en el bolsillo,

Y en ¾ perfil fijó la vista en el horizonte.

 

Todo sucedió muy rápidamente. Mi único artificio

Fue apoyar la cámara en el brazo de un sillón:

Ángulo bajo, que aplasta al gigante contra el techo.

Nunca volví a visitarlos.”




 

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