viernes, 9 de octubre de 2020

El país del diablo

 

Lum recibe el agua en su cuerpo y al sumergirse nada. Debe hacer lo que se ha propuesto, liberarse de eso que le oprime la mente. Se mantiene a flote sujetándose de unas raíces y el abrigo uterino de la laguna termina por serenarla.

Lum bracea desde lo profundo. Se mueve lentamente aguantando sobre su cabeza y se acerca como un predador a la altura de su espalda. Tira de las ropas de Carranza, lo sujeta de la cintura con sus piernas, lo atenaza, clava con firmeza la navaja y vuelve a clavarla una y otra vez entre las costillas. El grito del hombre no puede desprenderse de esas piernas, pero trata de soltarse hasta su cuerpo se afloja y deja de respirar.

La rabia de Lum termina por aplacarse. Un flujo de sentimientos extraños se apodera de ella al ver la sangre manar.

Mira el cadáver flotando. Le resulta ajeno aunque haya sido ella quien lo mató.



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